El inicio del juicio contra Ana Julia Quezada, acusada del asesinato del niño Gabriel Cruz en Almería en 2018 ha vuelto a poner en evidencia la tendencia de los medios de comunicación a convertir este tipo de sucesos en espectáculos mediáticos, y remite a otros casos similares de mala praxis informativa como el caso Julen, que examinamos aquí.
El rescate de Julen: un reality show de 13 días
Julen Roselló tenía dos años cuando cayó en un pozo de 71 metros de profundidad y 25 centímetros de diámetro, excavado ilegalmente en la localidad malagueña de Totalán, el 13 de enero. Trece días más tarde, el 26 de enero, tras laboriosas operaciones del cuerpo de bomberos en conjunto con los mineros se encontró el cuerpo sin vida del niño, como cabía prever.
Durante esos trece días el país se quedó paralizado ante la pequeña pantalla; los informativos abrían cada día con este caso, siguiendo hasta el mínimo detalle de la operación, con diferentes grados de rigor informativo. Pero la cobertura del caso merece un análisis que responsa a preguntas fundamentales: cabe plantearse si se generaba un hecho noticioso cada uno de los trece días del rescate o si la cobertura respondía a la petición morbosa del espectador. ¿Cuál es la responsabilidad de los medios? Seguimos preguntándonos, como hizo Umberto Eco, si el público perjudica a la televisión.
Creación de falsas esperanzas
Uno de los errores de la cobertura de este hecho fue la creación de falsas esperanzas sobre si Julen seguía con vida o no. Ante la lógica de la razón, no cabe la idea de que un niño de dos años sobreviva no solo a una caída de 71 metros; sino a un tapón de tierra, que todos los expertos apuntan a un derrumbamiento, y a trece días sin agua ni comida.
Aun así, ningún medio habló del rescate del cuerpo, sino del “rescate de Julen”, poniendo en duda en más de una ocasión el estado de este. Al margen de los medios más sensacionalistas que jugaron con la idea de la supervivencia de Julen, la elección de palabras a la hora de tratar este tema ya enunciaba, indirectamente, esa posibilidad, con el objetivo de mantener en vilo a toda la población y, por supuesto, a sus familiares. Este hecho, fue lo que transformó una desgracia en un evento del que se “desconocía” el desenlace e invitaba a un seguimiento mediático. Una noticia pasó a convertirse en una forma de entretenimiento, un programa de telerrealidad.
Sensacionalismo en tiempo real
Periódicos como El País o el ABC abrieron un hilo en su versión digital siguiendo el minuto a minuto. No solo mostraban a tiempo real los avances en la excavación, sino que proporcionaban tweets directos.
En el caso de El País, periódico de referencia en España, subió a YouTube un directo de tres horas y media de filmación con grúas y máquinas excavadoras apenas en movimiento, muy parecido a una imagen fija. Estas imágenes, de escaso interés informativo y de extensión poco adecuada, alcanzaron más de 339.000 visualizaciones, con comentarios de los espectadores incluidos.
Pero, aunque la cobertura en prensa sea cuestionable la mala praxis fue la regla en la televisión. Las imágenes del pozo abrían todos los días todos los telediarios. Programas de prensa rosa de Telecinco dedicaban una parte de su tiempo a hablar de este fatal suceso, entre quien era el último expulsado de GH Dúo y el divorcio de los famosos de turno. Esta cobertura banal fue muy criticada en redes sociales.
Antena3, otro de los canales privados, también se sumó a la espectacularización del evento. Durante la emisión de la serie original de HBO, Manifest, abrió una ventana en el margen de la pantalla con el seguimiento en directo de la excavación, con el título: “A 3 metros de Julen”, haciendo un juego de palabras entre el nombre del canal televisivo y la llegada del equipo de rescate al punto donde se hallaba el cuerpo del niño. Las reacciones en las redes sociales empujaron a la cadena a cambiar el nombre pero no acabaron con la ventana en directo.
Agenda, tendencias y antecedentes
Como sabemos, la Agenda Setting marca que asuntos tienen interés informativo y cuales no. Pero, yendo un poco más lejos, nos encontramos que los medios de masas tienen ciertas tendencias. Tendencias que se notan más aun cuando las noticias son sucesos y tienen un alto grado dramático. De esta manera, ahora mismo nos encontramos con que la mayoría de las noticias de sucesos y la gran parte de noticias que abren los telediarios son sobre muertes de niños.
El caso Gabriel, ahora de actualidad de nuevo al comenzar el juicio a su presunta asesina, es un buen ejemplo. Además de cubrir los hechos, se publicaron audios faltando al derecho al honor y a la intimidad de las personas y sobre todo dificultando el proceso de duelo de sus padres.
Esta tendencia no es nueva. La reciente serie documental de Netflix sobre el asesinato de las niñas del Alcasser nos devuelve a los primeros años de las televisiones privadas, ya marcados por el sensacionalismo y por el escaso respecto a los derechos de los menores y a la intimidad de unas familias destrozadas por la pérdida de sus seres queridos.
Todos estos casos comparten una cobertura mediática tan excesiva como falta de calidad profesional, dando pie, como ha señalado el periodista valenciano Joan M. Oleaque a un sinfín de hipótesis conspiratorias. En el caso de Julen se barajó la posibilidad de que no fuese un accidente, sino que un familiar fuera el responsable directo de esta muerte: sin pruebas de ningún tipo, se acusó a su tío, propietario de la finca, y a sus padres usando como argumento que habían perdido a otro hijo, y se generaron hipótesis que obligaron a la Guardia Civil a emitir un desmentido contra los bulos
Datos técnicos
Autora: Estela Bango
Edición: Romina Morales
Imagen de portada: Ben Wicks
Etiquetas caso, espectaculo, etica, Julen, medios, periodismo, profesional, Television