“El principal juez ante el que responde el periodista, es la audiencia”

Tweet de César González. Fuente: Twitter @Cesar_G_Anton

17 marzo 2022 • Economía de los medios, Reciente • by

César González Antón, periodista madrileño, y director de La Sexta Noticias y de la sección de deportes en los informativos de la misma cadena, dentro del grupo A3media. Hay bueno el refrán “de casta le viene al galgo”, ya que es hijo del también periodista Fernando González Urbaneja (que fue uno de los más carismáticos presidentes de la Asociación de Prensa de Madrid, APM).

Cursó Periodismo en la Universidad Europea de Madrid y posteriormente el posgrado de El País-UAM y de Marketing. Con un gran bagaje profesional, César ha estado en las redacciones de los diarios AS o La Vanguardia y como jefe de contenidos multimedia del Real Madrid, C.F. Y desde su actual responsabilidad asume que ha tenido que adaptarse, “a los nuevos retos y exigencias planteadas por una sociedad cambiante”.

Pregunta.- ¿Debe haber unos límites éticos en el Periodismo? Y de ser así, ¿quién vela por su aplicación?

Respuesta.- El Periodismo tiene que regirse por unos códigos éticos y deontológicos. El principal “juez” al que responde es su audiencia (lectores, oyentes, espectadores), al final lo que los periodistas deben mantener es su prestigio. Éste proviene de su credibilidad y ambos se consiguen haciendo informaciones donde no mientas a tu público; si produces alguna información falsa acabas perdiendo la credibilidad. Esa es la principal regulación que tiene que ver con el buen hacer del oficio, la que podemos llamar “regulación libre” (la más importante). Sin embargo, también debe haber un marco -algunas reglas que nos amparan otorgándonos derechos y obligaciones-, unas normas que todos los profesionales deberían respetar. Están recogidas en la Constitución y en los otras leyes orgánicas (por ejemplo, respetar la intimidad de las personas, el derecho a informar…etc.)

Siempre ha habido tentaciones de regular el Periodismo, de establecer mecanismos de control que en malas manos pueden ser peligrosos. Hablar de leyes de control para los medios me genera miedo: en temáticas en las que puede haber diversidad de interpretaciones, que unos políticos tengan el control puede resultar problemático. Para muestra un botón, en varios países y con ideologías bien distintas; desde la Ley de Prensa de Ecuador, en Corea del Norte, Venezuela -donde se han cerrado varios medios de comunicación-, Rusia…Esos mecanismos supuestamente “bondadosos” para proteger a los ciudadanos acaban dando la capacidad de opresión sobre los medios de comunicación. Hay iniciativas como la FAPE y la APM que cuentan con el “Comité de quejas” en los que se establecen unos resoluciones sobre si se han realizado malas praxis o no. También nos encontramos con verificadores que contrastan las informaciones. En general, no acepto que los poderes ejecutivos tengan capacidad de “vigilar” a los medios. 

P.- ¿Cuál es la clave del éxito de los espacios informativos de La Sexta?

R.- No he conseguido nada solo, tenemos un equipo de personas entregadas. La Sexta nació hace 15 años en un contexto muy distinto al actual. Durante los primeros años, la sección de informativos era muy reducida, de hecho, paralelamente a nuestro canal nació Cuatro, que tenía una mayor capacidad informativa que nosotros. En 2010, llega la crisis financiera e inmobiliaria y eso da lugar al surgimiento de movimientos como el 15-M. Informando sobre esas realidades empezamos a ganar peso, gracias a conectar con una sociedad que demandaba información. Crea que parte de esa sintonía fue contar con una redacción muy joven que supo entender las demandas (de pluralismo y nuevas voces en los medios) de la sociedad que otros medios desecharon. Hubo una “conexión generacional”. Comenzamos a hablar de desahucios, de desigualdad, de corrupción, del agotamiento del bipartidismo además, con una manera de comunicar horizontal: más cercana e informal para la audiencia. Logramos contar los problemas, aferrándonos a la verdad -algo que no les gustó a determinados poderes políticos-  y conectar y cuidar a la audiencia. Comenzamos a obtener el prestigio y credibilidad que te comentaba antes. Y el factor clave fue saber escuchar.

P.- La ciudadanía desconfía cada vez más de la televisión, como medio para informarse. ¿Cómo se puede recuperar la confianza del espectador?

R.- En eso hay algo de distorsión en las redes. Sí que hay un cambio de paradigma que comienza -por ponerle una fecha con la llegada de Trump y con el Brexit-; nos movemos en un mundo donde la información ya no se busca en los medios tradicionales, sino que adquiere presencia, a través de las redes sociales. Es un nuevo universo, en el que el espectador ya no solo recibe, sino que también es emisor porque ahora reenvía y comparte información. Crea un nuevo entorno y genera una falsa imagen de pérdida de credibilidad. Pero los datos reales demuestran que la gente sigue confiando en mayor medida en la prensa, en la radio y en la televisión, mucho más que en los “nuevos medios”. 

Con la irrupción de la pandemia de la COVID-19,  la población se ha informado en mayor medida a través de los medios de comunicación como nuestra cadena. Hoy hay muchos más ataques, sectarismo, polarización que vienen a raíz del consumo masivo de información en redes sociales. Pero las reglas siguen siendo las mismas: tienes que seguir teniendo prestigio y credibilidad aunque recibamos críticas y ataques en redes. El público es más inteligente  de lo que pensamos y sabe diferenciar. Tenemos que aprender a producir información en un entorno “multiventana”, donde las noticias se comparten y se viralizan más que nunca, eso es completamente cierto. Pero los medios tradicionales principales siguen siendo la referencia informativa a día de hoy.

P.- En redes sociales no hay filtros de veracidad. ¿Cómo os afecta a los responsables de los medios la desinformación que circula por ellas?

R.- A nosotros siempre nos ha preocupado mucho. Gracias juventud de nuestra redacción hemos podido ver esos riesgos, más de cerca. La solución consiste en las “viejas reglas” del periodismo: hacer información veraz y contrastada. En el seno de nuestra redacción han surgido las dos iniciativas más importantes de fact-checking: MalditoBulo y Newtral, dos herramientas fundamentales en la verificación de información a día de hoy. Hemos generado nuestros propios elementos para lograr mantener esa confianza de la audiencia. Hemos sido capaces de aplicar las reglas tradicionales del oficio pero innovadores en cómo hacer llegar el contenido a los ciudadanos.

Las instituciones educativas tienen la responsabilidad de alfabetizar a los usuarios sobre lo que se comparte en redes; que sea paren a contrastar las noticias que reciben para detectar bulos y noticias falsas; de tener la asertividad de combatir la desinformación incluso en os grupos familiares. 

Las grandes empresas tecnológicas también tienen una responsabilidad muy importante en esta materia; no tienen unos códigos sobre lo que se comparte en redes. De igual forma que cuando yo publico alguna información falsa se me impone una sanción, las tecnológicas deberían tener una responsabilidad sobre lo que se publica en sus aplicaciones. Hoy hay medios de comunicación digitales que viven a base del “clickbait” de noticias que pueden ser falsas pero que se viralizan en plataformas. Por tanto, son también responsables de esos contenidos. Debe ser un esfuerzo compartido por todos estos actores para luchar contra la desinformación y generar un espíritu crítico en la sociedad.

P.- El debate público está poseído por el espectáculo y la infantilización de los argumentos. ¿No cree que los debates televisivos alimentan esas malas prácticas?

R.- Solemos tener cierta nostalgia del pasado que nos hace vivir en una irrealidad. Pensamos que los tiempos pasados eran mejores: y no es cierto. Si uno revisa la hemeroteca de los debates parlamentarios podemos ver muchas situaciones lamentables. El populismo no se ha inventado ahora y la infantilización del mensaje político ya se veía hace décadas en presidentes como Nixon o Kennedy. 

En el cambio de paradigma vivido en 2011, muchos políticos del viejo bipartidismo pensaban que podían controlar la información con facilidad, sin embargo vemos multitud de medios que denuncian la corrupción y las mentiras, como nunca se había hecho antes. El ruido en las redes existe, pero esos problemas de crispación han existido siempre. 

P.- Hay una prácticas bastante frecuente en los medios de comunicación privados, donde el mismo presentador de informativos, en una pausa publicitaria, nos vende el producto. ¿Es ético?

R.- Depende. En cualquier periódico cuando lo lees, hay anuncios, la publicidad es una forma de ingresar. No veo problema en qué un meteorólogo, haga un anuncio. El problema vendría con ciertos sectores,  por ejemplo, nuestros presentadores no hacen anuncios de bancos. Si haces anuncios de productos de una empresa y ello te impidiese destapar sus escándalos por ser patrocinadora. 

La clave es la honradez de la información. Con los problemas que hoy atraviesa la profesión, esta cuestión no me parece la más preocupante. Los problemas que generan las casas de apuestas en los barrios humildes y sus consiguientes espacios de patrocinio en medios, sí es relevante.

P.- La telerrealidad tiene grandes audiencia en televisión. Uno de los últimos realities sobre parejas es Love Island, presentado por Cristina Pedroche. ¿Considera positivos los valores que destilan para los jóvenes?

R.- La televisión es un electrodoméstico, nada por sí misma. Otra cosa es el contenido, que está hecho para informar y que responde a unas reglas, de credibilidad, veracidad, contraste de las fuentes, etc. Pero también hay otros contenidos de entretenimiento, que contribuyen a la evasión de los televidentes. No todos los géneros televisivos deben ser juzgados de la misma manera, son universos distintos. Y por tanto no se nos debe juzgar a los periodistas de televisión por los contenidos de entretenimiento, y no ocurre de la misma manera ni en prensa ni en la radio. 

No me gusta dar ejemplos de moralidad, pero en el Periodismo, existen buenas y malas prácticas. Me preocupa cuando desde el mundo académico se realizan esos análisis morales que tienen que ver con el entretenimiento. 

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