Bots, mentiras y propaganda: la nueva economía de la desinformación

22 febrero 2018 • Ética y libertad de expresión • by

El «mapa de las salpicaduras» en Internet: infinitas formas de propagar información y desinformación online

 

Las señales de alarma han sido ignoradas desde hace mucho tiempo: los medios de comunicación están en peligro y están perdiendo terreno contra  los propagandistas en el mundo digital.

Mucho antes que los aficionados de Pegida empezaran a corear  “Lügenpresse” (prensa mentirosa) por las calles de Alemania, la pérdida de confianza en el periodismo se hizo obvia. Sin embargo, las acusaciones son engañosas. Sólo muy pocas redacciones difunden engaños deliberadamente. La alegación de “prensa mentirosa” es en sí misma una mentira. Quienquiera que asuma esa jerga nazi, inevitablemente, pinta las cosas de blanco y negro, mientras que los matices grises serían más apropiados. Hay otras razones por las cuales parece que hemos llegado a una “post-fact area”, como declaró recientemente Angela Merkel, Canciller de Alemania.

La “economía de la atención” se está transformando en una economía de la desinformación en la que es rentable para algunos actores utilizar mentiras generalizadas, teorías de la conspiración y otro tipo de propaganda, sobre todo vía medios sociales. Este artículo resume las conclusiones de los últimos estudios sobre los medios que revelan los riesgos y los daños colaterales de las modernas tecnologías de la comunicación.

El deterioro de la confianza en los medios

Muchos especialistas de los medios de comunicación se dieron cuenta de la precaria situación de la credibilidad periodística solo después que la Nueva Derecha empezara a hacer campaña contra los medios principales. En los países germanohablantes los periodistas y los gestores de los medios de comunicación han ignorado persistentemente lo que los estudios ya habían expuesto durante años: que hay un deterioro de la confianza en los medios. Esto está relacionado con el cambio de poder entre periodismo, Relaciones Públicas y propaganda, pero también le está afectando el efecto de “caja de resonancia” de los medios sociales donde la propaganda se difunde rápidamente. Algoritmos y robots, llamados “social bots”, alimentan e intensifican este proceso mientras que las posibilidades de contrarrestar esta tendencia a través del fact-checking y el contraste siguen disminuyendo.

Las campanas de alarma tenían que haber sonado ya desde 1960, cuando las emisoras públicas, ARD y ZDF, empezaron un estudio a largo plazo que medía el estado de la credibilidad de los medios cada pocos años. Una y otra vez, los datos publicados reflejaron el debilitamiento de la confianza en los medios. Igualmente, décadas de encuestas revelan que la reputación de los periodistas ha sido baja.

Mirando hacia atrás, todo esto parece extraño: mientras que muchas redacciones son expertas en “comunicación indignada” y transforman toperas en montañas, muchas cerraron los ojos al problema que amenaza  tanto su propia existencia como nuestras sociedades democráticas.
Los estudios no solo ofrecen datos alarmantes, sino que también dan una idea para analizarlos e interpretarlos. Cerca de los inicios del siglo XXI y mucho tiempo antes de que Internet y la digitalización perturbaran la industria de los medios, el científico social australiano George Franck publicó su libro sobre la “economía de la atención”. Enseñó cómo la competición creciente por la atención pública entre instituciónes, los políticos, los CEOs, las estrellas del deporte y otros VIPs, había cambiado la sociedad.

Franck declaró que el capitalismo material está convirtiéndose en un “capitalismo mental” con “rasgos  bizarros y excéntricos”. Presentó un segundo circuito económico, que progresivamente sustituye al intercambio tradicional de productos y servicio por el dinero. Según Franck, bajo condiciones de riqueza creciente y saturación de las necesidades materiales, cada vez más noticias e informaciones se intercambian por atención o visibilidad pública.

Como la atención pública es escasa y puede ser transformada en dinero o poder, se invierte siempre más dinero para generarla. Así podemos probablemente explicar porqué en los EEUU hoy en día hay cinco expertos en Relaciones Públicas por cada periodista, cuando hace treinta años esta proporción era aproximadamente de uno a uno. Con el dominio y la profesionalización del sector de las Relaciones Públicas, el periodismo del copiar y pegar se ha difundido rápidamente, y esto, paso a paso, ha disminuido la credibilidad del periodismo.

Uwe Krüger (Universidad de Leipzig) enseña, en su premiado libro Mainstream, cómo debajo de estas circunstancias, los medios de comunicación alemanes convergeron hacia un vago consenso rojo-verde (Socialistas y Verdes), y como finalmente incluso los periodistas seguidores de la cristianodemócrata Merkel se colocaron debajo de este paraguas rojo-verde.

 

Las redacciones de élite ignoran lo que juzgan “políticamente incorrecto”


Palabras claves, según Krüger, son “multiculturalidad y diversidad, cosmopolitismo y tolerancia, igualdad de derechos y protección de las minorías, antidiscriminación y género dominante”. Al mismo tiempo, Krüger sospecha que, “cualquier cosa que, en este sentido, no sea políticamente correcta” se recahaza y combate porque las salas de prensa no distinguen lo suficiente entre “los relativamente poco extremistas del ala derecha y los relativamente mucho”.

Según Krüger, muchos periodistas pertenecen a las emisoras de élite. Por lo tanto, el público ha acumulado una considerable cantidad de “rabia y decepción” en los últimos años. Los medios parecen “ser más  los perritos falderos que los perros de guardia del gobierno, y no son más los defensores de los gobernados”, como indica Krüger. Él explica también cómo “una actitud pedagógica-paternalista” de los medios de comunicación acabó en un “control percibido” por los receptores.

Aún así, todo esto no explica cómo la economía de la atención se está transformando en una economía de la desinformación. Para algunos actores – por ejemplo políticos como Donald Trump y Vladimir Putin, incluso para algunas empresas u organizaciones sin ánimo de lucro – hay valores en las noticias falsas o exageradas. Para otros actores, medias verdades y propaganda conllevan una atención útil.

 

Los periodistas ya no son los guardianes del discurso público

También en Internet los medios de comunicación de masas principales siguen siendo los proveedores más importantes de noticias. Aún así, a causa del efecto colateral de la revolución digital, los periodistas han perdido su papel como guardianes dominantes del discurso público. La disposición del público  a pagar por las noticias ha disminuido, los  ingresos publicitarios que financiaban las salas de prensa se contraen rápidamente y, sobre todo, ahora llegan a las cuentas bancarias de Google o Facebook.

Todo esto hace que sea posible para un grupo cada vez más grande de spin doctors muy profesionales, así como para  ingenuos periodistas-ciudadanos y trolls (entre ellos no solo humanos, sino también robots), inundar las noticias con una desinformación deliberadamente dirigida.

Ya se hable de estelas químicas o vacunas,  negación del cambio climático, la campaña presidencial americana, la ocupación de Crimea, los fascistas en Ucrania, el terrorismo del ISIS, o  el tabaco, el azúcar o el abuso de drogas, la falsa información sigue difundiéndose en Internet.

Los algoritmos de las compañías tecnológicas reparten teorías de la conspiración 
Los algoritmos de Google, Facebook y Twitter distribuyen y multiplican la teoría de la conspiración y también crean burbujas de filtro en las cuales la desinformación y los mitos urbanos circulan a través de los medios sociales. En un proyecto de Big Data, un equipo italiano de investigadores (entre ellos Micaela del Vicario, Fabiana Zollo y Walter Quattrociocchi de la IMT School for Advanced Studies, Lucca) ha comparado los perfiles de Facebook en los Estados Unidos y en Italia- diferenciando entre los perfiles que proponen información bien documentada (comprobada por periodistas profesionales o científicos) y aquellos “lanza-enlaces” que multiplican la desinformación. Sus alarmantes conclusiones es que por los  “me gusta” y “compartir” de los usuarios y por los bots sociales, la información falsa y las palabrerías se están difundiendo en las burbujas de filtro de los medios sociales más rápidamente, y están cubriendo  áreas más largas, que las noticias objetivamente comprobadas aportadas por fuentes “serias”.

El papel que los algoritmos juegan en este proceso de propagación es el secreto mejor guardado por los gigantes de Internet, que se han convertido en grandes empresas mediáticas globales – obviamente sin asumir ninguna responsabilidad editorial por las palabrerías que ellos están multiplicando en sus plataformas. Frank Pasquale, profesor americano de derecho (Universidad de Maryland), habla de una “Caja negra de la sociedad” en la que parece que vivimos cada vez más.

Se piensa que un porcentaje significativo de perfiles sociales sean “social bots” 

Los algoritmos están sustituyendo a los periodistas y los “social bots” están reemplazando a los auténticos trolls. Por cuenta de sus empleados/operadores, afectan a la opinión pública en Internet utilizando perfiles falsos en las plataformas sociales donde instigan odio y desconfianza con miles de comentarios diferentes pero, especialmente, a través de los “me gusta” y “compartir” que hacen que los algoritmos difundan sus mensajes en la red, respaldando la estupidez de enjambre y disuadiendo de la inteligencia de enjambre.

Simon Hegelich, científico político alemán y experto del IT (Universidad tecnológica de Mónaco), ha enseñado recientemente en una conferencia de editores austriacos lo fácil que todo esto: 10,000 perfiles Twitter están disponibles por  499 dólares. También producir estos perfiles con la inteligencia artificial es barato. Hegelich estima que un notable porcentaje de todos los perfiles de Twitter puede ser ya social bots y este número probablemente subirá. Facebook estima que hay en torno a 15 millones de bot accounts activas globalmente. Sin duda, las redes sociales se están convirtiendo en el semillero ideal para cualquier tipo de propaganda, dado que el uso de robots no tiene riesgos, y sus operadores son muy difíciles de rastrear.

Finalmente, el éxito de líderes autoritarios como Putin o el turco Recep Tayyip Erdogan al establecer su poder puede explicarse a través de la forma con que se están quedando cada vez más a cargo del espacio mediático.

Los periodistas de investigación que tratan de descubrir el juego del Cremlim, que habla a través de los trolls, como por ejemplo Jessikka Aro en Finlandia o el periodista televisivo alemán Hajo Seppelt – que ha analizado en profundidad el escándalo ruso del doping – tienen que prepararse para enfrentarse a la tormenta de protestas en los medios sociales.

Los populistas occidentales como Donald Trump, Frauke Petry o Christoph Blocher parece que ya están imitando a los Putin y Erdogan de este mundo. De hecho, también estos periodistas que se oponen  enérgicamente y representan la “falta de alternativa” al consenso corriente, están manipulados por la propaganda del ala derecha si transforman cada pequeña provocación en el argumento principal.

El equipo de investigación de Walter Quattrociocchi deja claro que todos los intentos de verificar las noticias o los de clarificar por parte de medios de comunicación “serios” para responder a la inundación de la desinformación, son de poca ayuda, ya que no son capaces de salir de sus mismas burbujas de filtro en medios sociales.

Traducido por Futura D’Aprile

Fuente: https://en.ejo.ch/latest-stories/bots-lies-and-propaganda-the-new-misinformation-economy

his article was first published in NZZ and has also appeared on the German EJO

Pic credit: Internet ‘splat map’ Steve Jurvetson CC Flickr licence

Sources
Uwe Krüger (2016): Mainstream. Warum wir den Medien nicht mehr trauen, München: C.H. Beck
Micaela Del Vicario et al. (2015): The spreading of misinformation online, in: PNAS Vol. 113, No. 3, Jan. 19, 554-559
Frank Pasquale (2015): The Black Box Society, Cambridge MS/London: Harvard University Press
Fabiana Zollo et al. (2015): Debunking in a World of Tribes, in: arXiv: 1510.04267 vl v. 14. Oct.
https://arxiv.org/abs/1510.04267

 

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