El asesinato de Camilo Catrillanca modificó el discurso público en torno al conflicto del Estado chileno con el Pueblo mapuche. La exhibición de un segundo montaje mediático creado por la policía, en tan solo un año, tuvo consecuencias: demostró que los medios de comunicación no pueden descansar en la información oficial y que es urgente que re-asuman un rol de fiscalización institucional, así como de centinelas de la población civil. El cerco comunicacional por primera vez se rompió.
Por años, Ciper evitó el conflicto chileno-mapuche. Pero su enfoque centralista y político duró hasta que a principios de 2018, las evidencias del montaje en la Operación Huracán fueron tan grotescas que su relevancia nacional se hizo indiscutible. Entonces, el sitio web de periodismo de investigación reveló un correo electrónico del capitán de Carabineros Leonardo Osses enviado al hacker Álex Smith, con supuestas conversaciones entre mapuches implicados en la causa y que serían los mismos diálogos que luego aparecieron en archivos .txt en los celulares de Héctor Llaitul. El reportaje fue decisivo. Algunos meses después, la acumulación de incongruencias de los primeros días tras el asesinato a Catrillanca les volvió a ofrecer esta oportunidad.
La reacción mediática normalizada
El 14 de noviembre, todos los medios de comunicación informaron, de diversas maneras, acerca de la muerte del joven mapuche Camilo Catrillanca. La gran mayoría, entre ellos los medios de El Mercurio y los noticieros televisivos, reprodujeron información oficial entregada por fuerzas policiales y autoridades políticas, respaldando la tesis de un robo de vehículos, un enfrentamiento armado con los ladrones y una actuación que seguía el protocolo. El periodista Pedro Cayuqueo lo recalcó ese mismo día a través de Twitter:
“Para los colegas unos datos de contexto: 1. Crimen de Lemún, 2002, se habló de enfrentamiento. Se demostró falso. Recién en 2017 fue procesado el ex oficial. 2. Crimen Catrileo, 2008. Se dijo lo mismo y se negó baleo por la espalda. Se demostró en juicio la falsedad. 3. Crimen de Mendoza Collio, 2009.
Se dijo fue defensa propia y se mostró chaleco policial baleado. PDI aclaró el montaje. 4. Crimen de Camilo Catrillanca, 2018. Se vuelve a hablar de enfrentamiento. Conclusión: El periodismo debe siempre DUDAR en Wallmapu de la versión oficial.Y agrego: No solo en Wallmapu, en todo momento, circunstancia y lugar el periodismo debe dudar de las versiones oficiales. Es lo que nos diferencia de las relaciones públicas y la propaganda”.
Las redes sociales también dudaron de la información oficial. La medición del Observatorio de Política y Redes Sociales de la Universidad Central, a partir de 11.556 menciones con el hashtag #ComandoJungla, identificó en un 99% al ministro del Interior como el responsable político de la muerte del nieto del lonko de Temucuicui.
La Tercera publicó “Comunero fallece por disparo en la cabeza en incidente con Carabineros en Ercilla”. Biobio lo comunicó con el titular “Muere comunero mapuche baleado durante operativo de Comando Jungla: se desconoce origen de disparo”. Ambas evitan la palabra asesinato, calificando el suceso como muerte o fallecimiento que no es impuesto por un tercero, como si un disparo en la cabeza fuese comparable a una enfermedad terminal o un accidente. Los medios internacionales no dudaron en dar información más exacta. Deutsche Welle informó el suceso directamente como un asesinato. La BBC tituló “Camilo Catrillanca: la muerte en Chile de un joven mapuche por disparos de la policía que causa controversia y protestas”, poniendo el foco en la víctima y el victimario.
Incongluencias en la información oficial
Muchos medios siguieron este hilo. Emol, sin embargo, publicó una serie de notas policiales acerca de noches de ataques incendiarios y manifestaciones violentas. Algunos de sus artículos escapan a la mínima rigurosidad periodística, titulando con testimonios anónimos como «Creíble» y «con buenos resultados»: El perfil del fiscal especializado en DD.HH. que indaga la muerte de Catrillanca” del 16 de noviembre.
El artículo habla sobre el fiscal de la Araucanía Roberto Garrido, con citas que no son referidas a nadie como: “El abogado es conocido en su entorno como un persecutor de «buen trato» con la gente que se relaciona… Dicen también que es «creíble, muy profesional y con buenos resultados» en las causas que ha dirigido, donde se incluyen delitos sexuales, económicos y violentos”, dando a entender que el fiscal tiene experiencia en conseguir triunfos a delincuentes.
El 17 de noviembre, se produce una contradicción mediática: La Tercera publicó una entrevista con Hermes Soto en la cual éste asegura que no se grabó el operativo. Simultáneamente, Emol y Cooperativa publicaron entrevistas a Consuelo Contreras, directora del Instituto Nacional de Derechos Humanos, en las cuales asegura que el menor que acompañaba en el tractor a Catrillanca en el momento del asesinato, indicó en su testimonio oficial que vio que uno de los policías que les atacaron tenía una cámara.
Las alarmas se dispararon. El colegio de periodistas emitió una declaración que afirmaba que «el periodismo chileno atraviesa hoy por una grave crisis, a raíz de una práctica constante por parte de organismos del Estado que impiden obtener información certera y verídica». Los medios cubrieron su parrilla con cada nuevo dato que salía de la fiscalía y el gobierno, publicando comparativas y recolectando testimonios y opiniones de personajes involucrados y autoridades políticas. Entonces, Ciper sacó su primer reportaje, remarcando los detalles de esta mentira originada por Carabineros, que puso en jaque al primer ministro Chadwick. Al día siguiente, dimitió el intendente Mayol.
Pero no se quedaron ahí. Antes de cerrar el mes, Ciper publicó su primera exclusiva: Un informe policial secreto que probaba que carabineros tenía a Catrillanca en la mira. Tres días después, el sargento Alarcón, asesino de Catrillanca, compartió en redes sociales un vídeo donde dice que le obligaron a mentir. Ciper publicó, esta vez, una reconstrucción de los hechos que respaldaban lo dicho por el sargento. Y el 19 de diciembre, liberó otra exclusiva que remecería al país: tres videos grabados por Carabineros en el momento mismo del asesinato.
Piñera pide de inmediato la renuncia de Hermes Soto, quien se convierte en el director de Carabineros más breve en la historia (280 días) y la institución policial cierra el peor año en su historia, con una abismal pérdida de credibilidad en la opinión pública.
Medios de Comunicación y Pueblo Mapuche
Lo sucedido con Catrillanca no es algo novedoso en el escenario chileno. Tampoco es un resabio de la dictadura; es un modo histórico de proceder. Los medios chilenos, a lo largo de su historia posterior a lo que Jorge Pinto (2000) denomina como el momento de “la exclusión”, comenzaron a desarrollar un discurso sobre lo mapuche que Van Dijk (2003) califica como racista; abundando en sus textos los estereotipos y prejuicios cuando se refiere, en apariencia inocente, a una estrategia de presentación negativa del “otro” indígena.
Todo este fenómeno no es exclusivo de la prensa. Más bien es un proceso de “violencias coloniales en Wallmapu” (Comunidad de Historia Mapuche, 2015), que se organiza en red desde múltiples espacios (territorio, instituciones, ciudades, Estado) con el eje de la gran alianza -inicial- capitalismo y Estado. El primero motiva al segundo para incitar a finales del XIX la avanzada sobre territorio soberano mapuche en una dinámica de invasión, despojo y exterminio a nivel físico y simbólico. En este momento, la prensa hegemónica en manos de los grupos económicos dominantes, El Mercurio, fue clave para instalar la necesidad de invadir Wallmapu en la opinión pública; y posteriormente harían lo propio en 1973 previo al golpe de Estado ejecutado por Pinochet.
Por tanto, la prensa recoge los imaginarios instalados en el proceso de “exclusión” derivados de la invasión al Wallmapu y ya en la postguerra, sitúa al mapuche (sobreviviente a la guerra) como un escollo para Chile (Gutiérrez, 2014; Pacheco-Pailahual, 2015). Se le asigna el rol de antagonista del progreso: seres agresivos, violentos e irracionales; un caso que Van Dijk (2003) conecta como “un típico caso de estrategia global de presentación negativa de los “otros” que en lo contemporáneo tiene entre sus objetivos la deslegitimación de la resistencia y las reivindicaciones políticas de los mapuche.
Este racismo discursivo está sustentado en el pasado colonial y de hegemonía ideológica europea expresando y reproduciendo la “dominación blanca” que oscila entre la presentación-asociación negativa de estos grupos, o bien en una invisibilización.
Reflexión final
El reciente crimen del joven mapuche Camilo Catrillanca, a manos del sargento Carlos Alarcón, y el montaje mediático generado por Carabineros para esconderlo provocaron una nueva crisis en la ya desvalorada institución policial, en el gobierno y en los medios de comunicación que siguen operando con las lógicas de reproducción de los discursos hegemónicos oficiales.
La existencia de medios de periodismo de investigación independientes es determinante para que casos como éste puedan ser esclarecidos, y no sea el poder judicial la única herramienta fiscalizadora. También permite entregar antecedentes fundamentales para comprender caso de alta complejidad social y cultural, que contribuyen al debate, a la interculturalidad y al fortalecimiento de la democracia.
Autora: Stefanie Pacheco y Tanya Hirsch
Edición: Romina Morales
Imagen de portada: Stefanie Pacheco
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