Carta desde Ucrania

Mapa de Kiev (Ucrania). Fuente: Google Maps

21 abril 2022 • Europa, Reciente • by

Queridos Susanne y Stephan

Una vez más, gracias por vuestra atención y apoyo.

Siento no haber podido responder antes. Hemos tenido unos días muy duros. ECREA me pidió que escribiera sobre mi experiencia reciente. No estoy segura de si lo van a publicar en algún sitio, pero he decidido enviaros mi texto. Resume los principales acontecimientos y mi reacción emocional a todo ello.

***

Ahora mismo estoy con mi familia en Khmelnytsky, una ciudad en la parte occidental de Ucrania. Está bastante tranquilo aquí, especialmente comparado con donde estuvimos los primeros diez días de la invasión rusa. 

Durante los primeros bombardeos del 24 de febrero, mi marido y yo cogimos a nuestro hijo, que esa noche estaba con fiebre, cargamos en el coche una bolsa de emergencia, que habíamos preparado de antemano, a la vista de las advertencias en los medios de comunicación, y nos dirigimos a casa de unos parientes nuestros en las afueras de Kiev. Nuestro plan era recoger a mi madre, que vive en Bucha, una pequeña ciudad cerca de Kiev, e ir al pueblo de Severyn Ivka.

Pensamos que Severyn Ivka sería la opción más segura donde quedarnos mientras decidíamos qué hacer después. Sin embargo, los combates cerca de Severyn Ivka acontecieron tan pronto.

El pueblo está cerca de la carretera que conecta Kiev con Zhytomyr. Los militares rusos trataron de obtener el control de la carretera y atacar Kiev desde el oeste. La casa en la que nos alojamos está situada casi en el bosque, que separa Severyn Ivka de la carretera. Por lo que, no vimos mucho, pero oímos demasiado. 

Los sonidos de las explosiones eran tan potentes que temblaban paredes y ventanas. Nos dimos cuenta de que no podíamos quedarnos en esa casa cuando los combates se intensificaran, era demasiado peligroso. Por lo que decidimos escondernos en el sótano. No es un refugio antibombas propiamente dicho. Tampoco es un sótano cómodo, como el que se ve en muchas casas en el extranjero, los típicos para almacenar alimentos, verduras, mermelada casera y encurtidos, ese tipo de cosas, con una temperatura constante en el interior de unos 18º.

En nuestro sótano de tierra teníamos sólo 7 grados centígrados. Es una bodega excavada en la tierra. Algunos días pasábamos 15 horas allí. Éramos nueve personas (6 adultos y 3 niños) más un perro que estaba demasiado asustado por los ruidos de explosiones como para quedarse fuera. Dormíamos en bancos de madera o sentados en sillas. Había pausas en los combates, momento que aprovechábamos para subir y descansar en la casa, comer, calentarnos y ducharnos. La electricidad se cortó cuando el avión militar se estrelló cerca y dañó el tendido eléctrico, pero tuvimos suerte de tener un generador. Después de 5 días en esas condiciones, reaccionamos, debíamos intentar salir de alguna manera. Quedarse era peligroso, aunque escapar también era arriesgado. Sabíamos que los tanques rusos estaban en algún lugar cerca de nosotros. Sabíamos que los rusos ya habían sido vistos en el pueblo. Oímos sonidos de disparos cercanos. Estábamos aterrorizados. En un momento nos dimos cuenta de que «era ahora o nunca».

Nos apresuramos a nuestros coches y comenzamos el espeluznante viaje. Cuando cruzamos el pueblo y llegamos a la carretera, vimos lo desastroso que estaba todo. La carretera estaba completamente vacía, había sonidos de golpes lejanos, restos de maquinaria militar rusa, cadáveres en la carretera y una docena de coches civiles destruidos en el arcén. 15 km de terreno baldío que se nos hicieron eternos.

Por fin llegamos al primer puesto de control. No sabíamos si estaba controlado por el ejército ucraniano o por los rusos, el militar nos saludó en ucraniano –Fuerzas Armadas de Ucrania-, dijo añadiendo, no os preocupéis, la carretera es nuestra allí arriba.

Comprobó nuestros documentos, miró dentro del coche y se fijó en nuestro hijo. ¡Oh, tienen un niño!. Espere un momento, dijo y se apartó de nosotros. Volvió con un pequeño juguete, para nuestro pequeño. Todos rompimos a llorar. Esas lágrimas estaban llenas de gratitud, alivio, orgullo, pena y amor.

Me gustaría poder decir que me siento mucho mejor ahora que estamos en un lugar más seguro. Hay más comodidades aquí, por supuesto. Y menos miedo. No hay peleas, no hay temblores. Pero… mi corazón está lleno de sufrimiento por la gente que está muriendo en muchos lugares de Ucrania en este momento. Por los soldados ucranianos que nos defienden sacrificando sus vidas, por los civiles atrapados en sus refugios, por las mujeres que dan a luz bajo los bombardeos, por los niños que presencian este horror incomprensible. Por todo.

Lloramos. Pero también luchamos. Y soñamos. Hay un sueño compartido que todos los ucranianos albergan en sus corazones: la victoria y la paz.

Nos aferramos a ese sueño. También nos permitimos fantasear con pequeñas cosas que nos hacen felices por un breve instante.

Mi hijo de 9 años ha estado recopilando una lista de asuntos pendientes para hacer cuando

«la invasión haya terminado», como él dice. Dice que debemos prometerle que iremos al cine a ver la nueva película de «Batman«. Y yo… sueño con ver los trescientos tulipanes que planté el pasado otoño en nuestro jardín en la región de Poltava. Sueño con sumergirme en la belleza de las flores de primavera en una Ucrania libre y pacífica.

 

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Abrazos desde Ucrania,

Dasha

 

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