¿Cómo vive el periodista de guerra la muerte de sus entrevistados?

Periodista de guerra Alina Logvinenko

5 abril 2025 • Entradas recientes, Europa • by

Para un periodista de guerra, documentar el conflicto no es solo registrar hechos, sino también convivir con quienes luchan, compartir su dolor y enfrentar la pérdida de aquellos que un día fueron protagonistas de sus reportajes y al siguiente, solo un recuerdo.

Cuando un periodista de guerra se dirige al frente, su trabajo es registrar los acontecimientos y encontrar las palabras adecuadas para los momentos más intensos del combate. Pero la realidad a menudo desdibuja esa línea: los militares sobre los que escriben dejan de ser simplemente los protagonistas de sus reportajes y se convierten en personas cercanas.

Viajes compartidos, largas conversaciones, esperas bajo bombardeos: todo esto crea un vínculo que va mucho más allá de la profesión. Para muchos periodistas de guerra no se trata solo de las historias que cuentan al mundo, sino también de sus propias pérdidas.

El protagonista de un texto o reportaje en video —esa persona con la que compartiste un café en la trinchera— puede morir. Y entonces, el trabajo se convierte en un recuerdo doloroso. ¿Cómo sentir esa pérdida y, al mismo tiempo, seguir documentando el conflicto? Los periodistas que trabajan en la línea de fuego no solo informan sobre la guerra, sino que la viven junto a quienes graban y sobre quienes escriben. Y esta realidad los cambia para siempre.

El 4 de febrero se presentó en Kiev el documental Algo más que la vida, que narra la historia del grupo de prensa móvil de las Fuerzas Armadas de Ucrania «Ravlyk». Este grupo, creado en 2022, ha documentado la guerra filmando reportajes desde el frente, entrevistas con militares y el día a día de los combatientes.

La película, presentada por su coautor Sergiy Lysenko y la autora del libro Dame una larga memoria, Alina Logvinenko, muestra la primera misión del grupo en las posiciones avanzadas de la 95.ª Brigada de Asalto Aéreo. No es solo una crónica de periodismo de guerra, el enfoque principal está en las personas, sus historias, sus transformaciones y sus pérdidas.

La cinta está dedicada a la memoria del fotógrafo de guerra Arsen Fedosenko, quien falleció en junio de 2024 mientras trabajaba en Vovchansk, Járkov. Alina Logvinenko, líder del grupo (su nombre en clave es «Ravlyk»), compartió las historias detrás de la creación del documental y del libro.

En dos años y medio, su equipo ha producido más de 300 materiales, desde reportajes hasta películas documentales. La presentación fue moderada por Lyudmila Dolgonovska, coordinadora del grupo, quien destacó que este trabajo es un intento de preservar el rostro de la guerra en palabras e imágenes.

Para muchos civiles que tomaron una cámara en lugar de un arma, la decisión de documentar la guerra fue un punto de inflexión. Lyudmila Dolgonovska subraya la importancia de reconocer el momento en el que una persona decide unirse al ejército, cambiando su vida para registrar la historia. Para Alina Logvinenko, esta elección fue inmediata e incuestionable: se unió a las fuerzas armadas guiada por la confianza en las personas con las que trabajaba. Esa confianza se convirtió en su principal brújula para crear una crónica de la guerra que no solo documenta los hechos, sino que transmite las sensaciones de quienes los viven.

 

Conversaciones que se convierten en memoria

La principal responsabilidad de los realizadores de documentales en una guerra es preservar la memoria. Sergiy Lysenko destaca que no filmaban solo para producir material o hacer reportajes, sino porque cada palabra, cada mirada y cada historia debían quedar registradas. «Que se publique la entrevista o no, ¿qué importa? Si podemos grabarla, hay que conservarla», dice

Lo fundamental no era solo documentar, sino mostrar un interés genuino por las personas. «Te tiene que interesar esa persona, tienes que ver algo en ella y preguntarle sobre eso. Es una forma especial de amor».

Alina Logvinenko coincide: el trabajo de un periodista de guerra es más que simplemente registrar hechos. Es un proceso vivo de comunicación en el que no se pueden evitar las miradas ni seleccionar solo los momentos más cómodos. «Para grabar un minuto de video que luego se sube a reels, a veces necesitas una hora de conversación. No puedes pedirle a alguien: ‘A ver, dime algo impresionante’. No. Te sientas y hablas».

A veces, los soldados llegan a la entrevista con solo diez minutos disponibles, pero, sin darse cuenta, terminan hablando durante horas. Estas conversaciones se convierten en una especie de terapia, una oportunidad para expresar lo que normalmente queda atrapado en la mente.

«Tenemos una enorme responsabilidad al escribir sobre los acontecimientos en tiempo real, al mostrar a los héroes entre nosotros, aquí y ahora», afirma Dolgonovska. Pero con esa responsabilidad también llega el peso de los errores: «La historia nos juzgará. Pero las películas se están haciendo ahora».

Lognivenko aborda la responsabilidad desde otra perspectiva: «Hay una frase que dice que la historia es como un cuadro: para verla completamente, hay que alejarse». Pero en tiempo real, alejarse no es posible, por lo que los periodistas solo pueden centrarse en lo que realmente pueden influir. «Podemos hablar de las personas, de sus mundos internos, de sus valores. Podemos registrarlas, contar sus historias, filmarlas. Pero esto no trata solo del trabajo de un camarógrafo o un fotógrafo: trata de una visión interna».

 

Dejar huella

Los reportajes periodísticos son, en ocasiones, la única huella que queda de una persona. Logvinenko recuerda: «Cuando hacíamos entrevistas, los soldados nos pedían que les enviáramos sus fotos. Lo hicimos. Y fue lo correcto: tuvieron tiempo de mostrarlas a sus familias, de ponerlas en sus perfiles. Luego me llamaban y me decían: ‘¿Recuerdas a tal persona?’. Y en ese momento, el corazón se me detenía, porque casi siempre significaba solo una cosa: que ya no estaban».

La pérdida de aquellos con quienes trabajaste, a quienes conociste y dejaste entrar en tu vida, es uno de los mayores desafíos para los periodistas. «No esperaba que al final de mi primera misión ya hubieran muerto Viking, Krivyi y Kandagar [nombres en clave de soldados]», dice Alina. «Los recuerdo a todos. Recuerdo sus nombres en clave, los nombres de sus hijos, de sus esposas o esposos. Viven en mí. Y eso, quizás, sea el mayor desafío».

Entre los momentos de dolor, hay otros que traen esperanza. «Filmamos a una joven soldado de la 80.ª Brigada, Marichka. Pasó el tiempo y vi su foto en redes sociales: se había casado y tenía un bebé. Le escribí a un colega: ‘¿Recuerdas a Marichka?’. Y él, de inmediato, preguntó: ‘Dios mío… ¿qué pasó?’. Respondí: ‘No, no, todo bien. Se casó y tuvo un hijo’».

 

Historias íntimas

Los militares a veces se abren ante los periodistas, compartiendo historias dolorosas e íntimas. Estos momentos quedan con ellos para siempre, convirtiéndose en parte de su experiencia de la guerra, que no solo implica pérdidas fatales, sino también una esperanza súbita.

Alina Logvinenko recuerda cómo un soldado, con el nombre en clave Zoloty, compartió una historia muy personal. «Me dijo que había nacido su hija, pero que ella no lo conocía, así que cuando llamaba a casa, la niña lo llamaba ‘tío’. Para él, eso era muy doloroso».

«Cada persona es interesante y tiene algo que decir. Todos somos únicos cuando llegamos a este mundo. Y es tarea del periodista verlo», recuerda Sergiy. Sin embargo, esta apertura también trae desafíos, especialmente en la percepción de estas historias por parte del público. Logvinenko afirma: «Me di cuenta de lo vulnerable que es un periodista cuando escribe sobre personas reales. Y aún más cuando escribe sobre militares. Y muchísimo más cuando se atreve a escribir sobre un comandante».

A pesar de las críticas, Alina es consciente de su misión: «He entrevistado a todo tipo de soldados: asaltantes, fuerzas especiales, capellanes, quienes se encargan de la evacuación de los caídos… y recibo comentarios negativos. Pero al final, hice la entrevista desde mi experiencia».

El periodismo de guerra no es solo transmitir hechos, sino contar la historia de personas vivas, con su dolor y su esperanza. Cada material se convierte en parte de un gran cuadro que debe verse no solo a través de la lente de la cámara, sino también en su esencia más valiosa: las historias humanas.

Las opiniones expresadas en esta página son las de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista, políticas y posiciones del EJO.

Traducción: Luis Ríos.

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