
La extrema derecha ha experimentado un crecimiento exponencial en Europa durante la última década, consolidándose como una fuerza política influyente en gobiernos y parlamentos. Nueve de los 27 países de la Unión Europea cuentan con partidos de esta ideología que superan el 20% de los votos en elecciones legislativas. En Italia, Giorgia Meloni y su partido Fratelli d’Italia lideran el gobierno tras su victoria en 2022. Marine Le Pen, en Francia, alcanzó un 23,2 % en la primera vuelta de las presidenciales de ese mismo año, consolidando al Rassemblement National como una alternativa política legítima. Por otro lado, en Alemania, Alternative für Deutschland (AfD) se ha posicionado como la segunda fuerza política en las elecciones europeas.
Este crecimiento no solo responde a factores económicos, políticos y sociales como el descontento con la globalización o las crisis económicas. Los medios de comunicación han jugado un papel crucial al permitir la legitimación y expansión de discursos que, antes, permanecían en los márgenes del debate público. Este artículo examina cómo los medios de comunicación han contribuido a normalizar discursos cercanos al fascismo.
El «cordón sanitario»
Una de las estrategias más efectivas para frenar el avance de la extrema derecha en ciertos países ha sido el cordón sanitario. Esta medida busca excluir a los partidos de extrema derecha de pactos, espacios de poder y visibilidad mediática. Originado en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, el cordón sanitario tiene como objetivo evitar la resurgencia de ideologías fascistas. En Francia, por ejemplo, se ha aplicado esta medida durante décadas para impedir alianzas con el Frente Nacional (ahora Rassemblement National). En Bélgica, la versión más estricta de esta medida se estableció en los años 90, cuando todos los partidos convencionales acordaron excluir a la extrema derecha de cualquier coalición gubernamental.
Lo peculiar de Bélgica es que esta estrategia no solo se aplica en el ámbito político, sino también en los medios de comunicación. En la región francófona del país, los principales periodistas y cadenas de televisión decidieron colectivamente no dar voz a políticos de extrema derecha, argumentando que sus discursos no se ajustan a los principios democráticos. Como resultado, mientras que en la región flamenca el partido de extrema derecha Vlaams Belang obtiene más del 20 % de los votos, en la parte francófona prácticamente no existe representación de la ultraderecha.
¿Por qué aplicar esta exclusión? A diferencia de otras ideologías que pueden representar visiones legítimas de la sociedad, la extrema derecha se basa en principios que vulneran los cimientos de la democracia. Su discurso está orientado a perseguir a las personas racializas, las mujeres y a las disidencias de género. Además, promueve la desigualdad, la discriminación y el uso de la violencia simbólica (y, en ocasiones, física) contra quienes considera enemigos. Estas posturas no reflejan meras diferencias de opinión dentro del espectro político, sino que representan un peligro directo para determinados grupos de la sociedad.
La ventana de Overton: la normalización de lo impensable
El concepto de la ventana de Overton explica cómo ciertas ideas pasan de ser impensables a aceptables en la sociedad. Este proceso se desarrolla gradualmente: lo que antes era tabú, como la xenofobia abierta, ahora forma parte de debates políticos habituales en Europa. Según esta teoría, desarrollada por Joseph Overton, las ideas evolucionan en varias etapas: de lo impensable a lo radical, luego a lo aceptable, razonable, popular y, finalmente, a lo legislado.
Este mecanismo ha sido utilizado históricamente por diversos movimientos políticos y sociales. Por ejemplo, el derecho al voto de las mujeres o la legalización del matrimonio igualitario fueron considerados impensables en ciertos momentos, pero con el tiempo se fueron normalizando hasta convertirse en derechos reconocidos. Del mismo modo, otras propuestas que antes eran marginales han sido normalizadas y ocupan ahora un lugar central en la agenda pública.
Un claro ejemplo de este fenómeno es la normalización de la xenofobia en la política europea. Hace apenas unas décadas, la idea de cerrar fronteras o deportar masivamente a migrantes era vista como radical e inaceptable en la mayoría de los países democráticos. Sin embargo, con el auge de los partidos de extrema derecha y la repetición constante de estos discursos en los medios de comunicación, propuestas previamente tabú han comenzado a ser parte de programas políticos convencionales. En Francia, por ejemplo, Rassemblement National ha logrado que el debate sobre la “preferencia nacional”—un concepto que discrimina a los ciudadanos extranjeros en el acceso a derechos y servicios—se instale en el centro de la discusión política.
La viralidad del odio
En la era digital, los algoritmos de las redes sociales y plataformas de contenido priorizan publicaciones que generan interacciones masivas, como las polémicas y los discursos provocadores. Este fenómeno ha favorecido las ideas de extrema derecha, amplificando mensajes que antes se consideraban marginales. Los discursos más radicales, lejos de ser ignorados, se viralizan y alcanzan audiencias mucho más grandes.
En su libro La Viralidad del Mal, el colectivo Proyecto Una explica cómo los medios de comunicación, guiados por la lógica de la rentabilidad, actúan como correas de transmisión de ideas de extrema derecha. Este fenómeno ocurre incluso sin la intención explícita de apoyar estas narrativas. Basta con priorizar temas que generan controversia y clics para permitir que discursos xenófobos o discriminatorios se difundan sin un cuestionamiento real. Cuando se presenta a ciertos colectivos como amenazas, el odio se disemina como si fuera una tendencia más. Lo que antes quedaba relegado a los márgenes, ahora encuentra un espacio central en los medios.
No todo se debe debatir
Un claro ejemplo de esta dinámica se observa en el programa Cuarto Milenio, dirigido por Iker Jiménez. En diciembre de 2020, se abordaron teorías conspirativas como el «Plan Kalergi», una teoría desacreditada que sostiene que existe un plan para reemplazar las poblaciones europeas mediante la inmigración masiva. La falta de un análisis crítico permitió que parte de la audiencia pudiera normalizar estos discursos o buscar más información en canales que difunden desinformación. Así, el espacio no solo amplificó teorías infundadas, sino que también expuso a sus espectadores a ideologías xenófobas.
Jordi Wild, a través de su pódcast The Wild Project, ha invitado a diversas figuras cuyos discursos se alinean con posturas de extrema derecha. Un ejemplo destacado es Roma Gallardo, conocido por sus posturas misóginas y por ser una figura prominente dentro de la manosfera. Este vídeo ha sido visualizado más de tres millones de veces, lo que evidencia la relación entre la viralidad y figuras de extrema derecha. Al invitar a estas personalidades, Wild las legitima como interlocutores válidos en el debate público. Su estilo polémico genera audiencia, lo que le motiva a seguir dándoles visibilidad sin un cuestionamiento real, contribuyendo a la normalización de sus discursos.
Donald Trump y la espectacularización de la política
El caso de Donald Trump ejemplifica cómo los medios priorizan el espectáculo sobre la responsabilidad informativa. En 2016, su estilo provocador le garantizó una cobertura mediática valorada en 2.000 millones de dólares, más del triple que la de Hillary Clinton. Este enfoque, polémico pero eficaz, benefició a cadenas como CBS, cuyo CEO, Leslie Moonves, admitió: «Quizá no sea bueno para EE.UU., pero es buenísimo para CBS». Este modelo de espectacularización ha permitido que figuras extremas lleguen al poder, simplemente porque generan mayor interés y más ingresos.
La normalización del saludo nazi
El saludo nazi de Elon Musk no fue una torpeza, sino una táctica calculada para captar la atención mediática. Este tipo de gestos se conocen como dog whistle, una estrategia en la que un mensaje se interpreta de manera inocente para el público general, pero tiene un significado oculto para un grupo específico. En este caso, el gesto de Musk fue una señal para los grupos de extrema derecha, lo que generó una polémica que terminó favoreciendo su imagen.
Musk utilizó esta controversia para posicionarse como una víctima de la corrección política, una narrativa que resuena con muchos de sus seguidores. En lugar de perjudicar su imagen, esta controversia lo consolidó como un héroe dentro de los círculos de extrema derecha. Este gesto fue rápidamente adoptado por otros, moviendo la ventana de Overton y transformando lo impensable en algo aceptable para algunos.
El impacto de esta normalización es evidente en el evento de artes marciales organizado por Jordi Wild, donde «el Xokas», un youtuber con más de dos millones de seguidores, realizó un saludo nazi al ingresar al ring. Este incidente demuestra cómo los gestos y discursos fascistas que antes eran impensables se han integrado en espacios mediáticos populares, normalizando comportamientos que antes se consideraban inaceptables.
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