Ana del Paso, enviada especial: “El periodismo de guerra hecho por mujeres era un gran desconocido”

Ana del Paso posa junto a su libro 'Reporteras españolas, testigos de guerra' | Fuente: Jorge París

1 marzo 2022 • Ética y libertad de expresión • by

Ana Cristina Gallego del Paso, conocida como Ana del Paso, es una periodista, doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid donde imparte el máster sobre Conflictos Armados. También es profesora de la facultad de Ciencias Políticas. Cuenta con una larga experiencia como reportera de guerra, a lo largo de la década de los 90 en Oriente Medio y Centroamérica; aunque ella prefiere que la denominen “enviada especial”.  Es autora del libro Reporteras españolas. Testigos de guerra elaborado a partir de su tesis doctoral, donde analiza cinco siglos de periodismo de guerra a través de las voces de 34 reporteras, pioneras del reporterismo de guerra en España.

Desde que Carmen de Burgos, primera mujer reportera de guerra de periódico oficial, fuera enviada en 1909al conflicto armado con Marruecos, solo un reducido número de reporteras españolas han tenido la oportunidad de desempeñar este trabajo dentro de un contexto de desigualdad de género dentro de los medios de comunicación. El periodismo de guerra hecho por mujeres era un gran desconocido. Con su libro Ana del Paso ha conseguido llenar este vacío informativo. 

PREGUNTA. ¿Qué motivo la llevó a escribir el libro «Reporteras españolas. Testigos de guerra».

RESPUESTA– Mi Tesis Doctoral fue un trabajo único en cuanto a lo laborioso de recopilar 32 entrevistas y estudiar 120 piezas periodísticas con un análisis cuantitativo y cualitativo. La editorial Debate supo de este trabajo y me ofreció publicarlo. Añadí a tres periodistas que se habían quedado fuera del libro por tiempo y adapté la narrativa de Tesis al formato de la editorial. Es un manual para el reporterismo no sólo para periodistas, sino para militares, diplomáticos, personal de ONG y OIG, que van desplazados a zonas en conflicto. Con modestia tengo que decir que el libro es irrepetible porque abarca generaciones de reporteras que ahora tienen 80 años, hasta las de 40, y ha sido un esfuerzo ímprobo de todas.

P.- ¿El reporterismo de guerra es una profesión vocacional?

R.- Es un deber desagradable por la dureza que conlleva e implica personalmente. Absorbe mucho de uno en el plano personal, pero debe hacerse. Es cierto que no todo el mundo está capacitado, pero hay que informar de los conflictos porque necesitan testigos que vayamos e informemos de lo sucede y evitar que maten al mensajero. Como se dice en inglés: “It is a must” y dentro de él, hacerlo bien, no frívolamente porque hablamos de muertos de seres humanos, de víctimas, de desplazados y de violación de derechos humanos. Eso es la guerra, no sólo el material militar, los frentes, los objetivos alcanzados… nunca son suficientes los esfuerzos que se hacen para frenar las hostilidades y evitar los enfrentamientos. Los que toman las decisiones, lo hacen desde despachos acondicionados y nunca bajan al barro.

P.- ¿Cuánto tiempo de permanencia en el terreno dan los medios para cubrir el reportaje de guerra?

R.- Depende de la envergadura de la empresa. No es lo mismo TVE que una televisión local. Cada medio tiene un presupuesto para los gastos, el fixer, el transporte, las dietas, el envío por satélite, el seguro, etc.

P.- En su libro dice que hay situaciones en conflictos armados donde a las enviadas especiales les permiten entrar mejor que a los hombres, ¿en qué casos?

R.- Sí, en los países árabes en los que hombres y mujeres no tienen trato porque es pecado y, menos, sin son extranjeros. En Afganistán, Arabia Saudí, Irán, por citar algunos, los hombres no entrevistan a mujeres ni están a solas con ellas. Nosotras sí, y si hablamos árabe, farsi, urdu, etc., no necesitamos ni traductora, les preguntamos incluso sobre intimidades, y ellas encantadas porque se sienten protagonistas porque hablan con extranjeras. Los periodistas no llegan a este nivel de complicidad.

P.– En la lucha contra los estereotipos femeninos, cuando afirma que la mujer se distingue por su constancia, cabezonería, etc., ¿no es un estereotipo masculino?

R.– No, nosotras somos mucho más persistente por naturaleza y porque durante años, nos ha costado y nos cuesta demostrar el doble, lo mucho que valemos. No es un discurso feminista es la realidad. Lo hablo con hombres y mujeres, es así. Mire los directivos de las empresas que componen el Ibex 35, dígame cuántas mujeres hay entre ellos. ¿Es que son peores? No.

P.- ¿Qué tipo de restricciones y sucesos puede sufrir una reportera de guerra?

R.- En general, sea hombre o mujer, no puede pernoctar en una base o instalación militar, se le puede restringir el acceso, no puede embarcar en un vehículo y pasar un checkpoint porque no tenga las credenciales requeridas. Si es mujer, los extremistas y radicales le pondrán pegas, zancadillas; pero valorarán qué obtienen a cambio si la dejan hacer su trabajo porque tiene repercusión mediática. El trato no será bueno, pero es postureo. Por ejemplo, ella irá con un compañero y a la periodista no la harán ni caso, pero es posible que sea la reportera quien conseguirá la entrevista y los radicales lo saben.

“Las periodistas somos mucho más persistentes por naturaleza que los hombres”

P.– ¿Qué tipo de seguridad personal le prestaba el medio para el que trabajaba?

R.– ¿Seguridad personal? No entiendo bien. Yo me busqué mi equipo de chaleco y casco, e iba con seguro de vida, etc.

P.– Usted explica que la guerra da muchísimo miedo, ¿sintió deseos en alguna ocasión de dejar el trabajo de reportera de guerra?

R.– No me considero reportera de guerra como he dicho muchas veces. He sido enviada especial todoterreno. He cubierto todo tipo de información de Internacional, a veces muy complicada. Nunca quieres dejar el oficio sobre el terreno, pero tiene que haber relevos para que otros se vayan curtiendo. Los que empiezan merecen oportunidades y deben empezar poco a poco. Es cierto que sí llega un momento en el que te quemas y pierdes la fe en el ser humano; el estrés postraumático no se lo deseo a nadie.

P.– Realizado un trabajo como enviada especial de guerra, ¿se la evaluaba o reconocía de igual forma que a un compañero periodista?

R.– No, a veces quema mucho. He visto escenas varias, ascensos incomprensibles, que envíen a uno en vez de una sin tener ni idea de la zona, envidias… pero me quedo con lo bueno, mis reportajes, experiencias y que he conseguido scoops.

P.– La aprobación de los canales de televisión privada y los autonómicos, ¿tuvo alguna repercusión en el trabajo de corresponsal de guerra?

R.– Que más mujeres periodistas pudieron salir y se visibilizó su buen trabajo; de hecho, fue su boom en las cinco guerras balcánicas y en la primera guerra del Golfo Pérsico. En Ammán había más mujeres que hombres.

P.– 12. La profesión de reportera de guerra se puede desempeñar en un medio público o privado, ¿en cuál de estos medios es más manifiesta la desigualdad de género?

R.– Reportera de guerra no es una profesión, ni siquiera es una especialidad. Eres periodista de Internacional que tienes que estar lista los 365 días del año por si salta un conflicto armado porque estás a disposición de tu medio y eso exige un plus. Los privados están poco interesados en Internacional porque, como dicen, “no vende”; lo que prima es Deportes y Nacional. En cuanto a los medios públicos, tiran de sus stringer locales que cobran menos que los corresponsales de plantilla. Mira cuántas corresponsalías internacionales tienen EFE, RNE y TVE, y llega a tus conclusiones.

P.– Desde sus comienzos en esta profesión, ¿cómo ha evolucionado la visibilidad o reconocimiento de las reporteras de guerra en los medios?

R.– Por suerte, vamos mejorando porque hacemos mucho ruido. Hay más mujeres en corresponsalías, ganamos más premios, publicamos y hacemos proyectos. Además, somos más que al principio, que no llegaban ni a diez en la década de los 70; y que son las que realmente lucharon para abrir el camino, pese a todo, y en medio de una dictadura en la que las mujeres cuidaban niños y al marido.

“Las periodistas vamos mejorando porque hacemos mucho ruido”

P– El hecho de recalcar en su libro las dificultades de las mujeres para desarrollar este trabajo, aunque exprese la necesidad de que sean más visibles, ¿no desanimará a las futuras periodistas a ser reporteras de guerra?

R.– Al revés, les anima porque se comparan con las circunstancias actuales. Piensan que, si ellas lo tuvieron así de mal, merece la pena seguir. Mis estudiantes son brillantes, tienen ideas geniales y no se dejan avasallar; eso me gusta mucho.

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