A pesar de que el sustento principal de todo medio de prensa español, tradicional o digital, sigue siendo los ingresos por publicidad, varios han decidido instaurar el modelo de suscripción de pago.
El modelo ofrece varias opciones, que de un modo u otro pretende hacer pagar al lector para poder acceder al contenido informativo parcialmente o en su totalidad. Primeramente, el sistema freemium, que restringe el acceso a según qué contenidos (reportajes extensos, columnas de opinión, etc.), utilizado, por ejemplo, por El Mundo. La segunda opción, el muro de pago poroso, el cual restringe en su totalidad el contenido si no se está abonado, como es caso de El Español. Normalmente, esta opción, permite acceder a un número determinado de lecturas a modo de muestra, después, no podremos seguir leyendo gratuitamente. Por último, el modelo de membresía, actualmente, sólo puesto en práctica por eldiario.es a nivel nacional. El medio no obliga a sus lectores a suscribirse para poder disfrutar de su contenido, pero si los anima a colaborar para asegurar económicamente su subsistencia.
Entendemos pues, que los medios convencionales de prensa escrita se ven un tanto obligados a recurrir a este nuevo método de pago, para poder continuar con su labor periodística; pero, ¿Cómo afecta esto al terreno de la desinformación? ¿La gente aceptará de buen grado pagar por un servicio que antes obtenían gratuitamente, o recurrirán a fuentes menos fiables que no obedecen a la norma impuesta de pagar para saber?
Según un estudio realizado por la Fundación Luca de Tena los grupos por rango de edad más vulnerables a la desinformación son los jóvenes y los mayores. En el caso de los jóvenes, destacan los adolescentes que incrementan su grado de vulnerabilidad al estar sobreexpuestos a estímulos informativos de todo tipo en distintos canales. Otro elemento clave para favorecer la desinformación es el nivel adquisitivo de la persona. Por ello, no es extraño deducir que el nuevo modelo de pago no facilita el acceso a información libre, puesto que se impone una barrera económica.
Aún no podemos afirmar con total certeza si los lectores seguirán siendo fieles a sus medios. Podemos tomar cómo referencia al gigante que ha inspirado el nuevo modelo de negocio en España: The New York Times. A pesar de que poco tiene que ver con nosotros el periódico americano, en España, está considerado un ejemplo a seguir, y por tanto podemos intuir que el nuevo modelo dará sus frutos.
El País, la gran cabecera nacional, fue de los primeros en subirse al carro de la suscripción de pago. Actualmente, después de once meses desde la puesta en marcha ya ha consolidado 100.000 suscriptores digitales; haciendo que el nuevo modelo sea rentable. Sin embargo, ¿Qué sucederá con los medios más pequeños? En principio, pueden optar también por implementar algún tipo de barrera de pago, puesto que en teoría las personas escogen una fuente de información u otra según el nivel de calidad de ésta. En la práctica, podemos esperar también que las personas se decanten más por el medio que ofrezca la suscripción más económica.
Entonces, ¿Qué sucede con nuestro derecho a la información? ¿Tienen más derecho a ser informados aquellos que puedan, o quieran pagar? No olvidemos que a pesar de que hasta ahora podíamos acceder a través de Internet a los diversos medios, antaño la única manera de leer la prensa sin pagar era tomar un café en un bar. Todas estas ambigüedades hacen que no tengamos claro si es aceptable pagar por algo que antes era gratuito. Por ello, para que el modelo se consolide y desemboque en un periodismo de calidad, transparente y veraz, es necesario que la información de pago de un valor añadido al lector.
Por otro lado, debemos destacar el gran impacto que han tenido, y tienen, las redes sociales en relación con el periodismo. En primer lugar, se han convertido en en la cuna de las denominadas fake news, que sólo fomentan la desinformación y una mayor facilidad a la hora de manipular al público. En segundo lugar, plataformas como Facebook han conseguido acaparar mayor nivel de ingresos por publicidad que los medios tradicionales; y en cierta manera, eso ha potenciado que muchos recurran al modelo de suscripción.
Al mercantilizar la información libre, (que no quiere decir gratuita) de una nueva forma, se impone una barrera que hará que muchos opten por fuentes menos fiables, pero sin coste alguno. Sin embargo, otros acogerán el nuevo modelo de buen grado y las grandes cabeceras podrán seguir funcionando. Aún no sabemos si los más pequeños podrán adaptarse bien, o si desaparecerán; lo único que podemos afirmar es que parece que este nuevo sistema ha llegado para quedarse.
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