Cuando la identidad de género te condena al exilio

Cartel del documental realizado para la ONG Rescate.

27 diciembre 2021 • Entradas recientes, Ética y libertad de expresión, Reciente • by

El pasado miércoles 17 de noviembre se estrenó en la Facultad de Ciencias de la Información  el corto documental; “El delito de existir”, una historia de personas LGTBIQ+ que recalan en España, en busca de refugio. Este trabajo audiovisual forma parte de un proyecto de sensibilización para fomentar la convivencia en diversidad y prevenir otras formas de discriminación.

El documental, obra de Fabiola Barranco, egresada de la Facultad de CC. de la Información (UCM) y técnica en la ONG Rescate, donde narra las historias de vida de cuatro supervivientes de la discriminación y violencia que sufre el colectivo.

Henrik, Felicidad, Taira y Alex narran en primera persona, la huída de sus respectivos países de origen para poder ser libres y sobrevivir, en algunos casos tras sufrir amenazas de muerte. A pesar de llegar a distintas provincias todas llegaron a Madrid, en busca de protección internacional y con el deseo de empezar una nueva vida, sin tener que renunciar a cómo se siente. Y en este nuevo camino las ONGD que se encargan de tramitar el asilo y el refugio, formar un papel fundamental.

“Llegará un día en el que las cosas cambien para que nadie tenga que huir de su país”, augura Henrik. Este joven salvadoreño se vio obligado a huir con su pareja ante las continuas con que acabaría con una bolsa de plástico al cuello, tirado en una cuneta.

Desgraciadamente no es un caso aislado, un tercio de la población LGTBIQ+ en El Salvador ha optado por el exilio ante presiones similares. Henrik solo es un rostro más en esta macabra realidad, que se ceba especialmente con las personas trans como él. “Tienes que pasar constantemente ocultando tu verdadera identidad”, comenta. Al principio, cuando llegó a Madrid, el miedo que le había acompañado seguía presente. El miedo a salir a la calle, a coger a su novia de la mano… Pero conforme veían a otras parejas expresar en público su amor, el temor desapareció: “Nos sentíamos realmente en otro mundo». Aspirando a una vida tranquila con sus animales y formando un familia.

“En un futuro espero poder ayudar a otras como yo. Ojalá el universo me dé más oportunidades acá”, cuenta Taira desde su nueva etapa en Madrid. Atrás quedaron los maltratos, torturas, persecuciones… que le hacían la vida imposible en su tierra de origen, Colombia. Taira es un claro ejemplo de supervivencia. Un hombre le disparó en la cara por su condición de trans. Es un milagro que ahora lo pueda contar, muchas otras chicas, en circunstancias parecidas, no corrieron la misma suerte. Por fortuna, esta terrible etapa ya pasó. A pesar de algún encontronazo que ha tenido con personas homofóbicas, cuenta estar viviendo un cambio radical a mejor.

“Como mujer lesbiana que soy, aquí me siento bien, tranquila y feliz. Me aceptan tal y como soy”, cuenta Felicidad. Pese a su situación actual y a su nombre, su vida ha estado marcada por desgracias. A los 12 años fue madre, fruto de las violaciones por parte de su familia como castigo por ser lesbiana. Estando en el ejército de Guinea Ecuatorial fue acusada de “lesbianismo” y sometida a un consejo de Guerra que acabó con su expulsión de la institución y con su cuerpo lleno de atroces heridas. La torturaron y la sentenciaron a muerte. No le quedó más remedio que huir para salvarse. A Felicidad le gustaría trabajar, disfrutar de una familia junto a sus hijas, y vivir cómoda lejos de los fantasmas que le atormentaron en el pasado.

Coloquio posterior a la proyección del corto, el pasado 17 de noviembre en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense

“Da igual el color de piel, da igual como seas. El respeto es lo más importante de todo”, señala Alex, un joven camerunés instalado desde hace poco en la capital, desde donde sigue saltando barreras. Su historia, como muchas otras, es la de una huida hacia delante. Él emprendió este viaje junto a su pareja con el sueño de llegar a Europa y ser feliz. Desgraciadamente sólo Alex pudo superar con vida la travesía. Estos reveses le han hecho más fuerte, y le han ayudado a saber quién es. Una persona no binaria, que es como él se define. “A veces me siento mujer y a veces me siento hombre”, cuenta confiado. Sobre su futuro, vislumbra que le irá muy bien porque siempre tiene la “mente positiva”.

Estas cuatro voces, no obviando la realidad de cuerpos torturados o golpeados por la incomprensión y la ignorancia de gente violenta de sus países, dejan tras la proyección un halo de esperanza. A pesar de los procesos burocráticos, de los filtros, de las dificultades, poseen una fuerza magna, convencidas que el único futuro dependerá de lo que luchen por conseguir.

Agradecen al equipo de profesionales de las ONG y la Cruz Roja, su acompañamiento y amparo, tanto emocional como en muchos casos económico. Esa atención directa es un pilar fundamental para que hoy puedan sentirse plenamente libres en España.

La lacra de la violencia contra las personas LGTBIQ+ sigue estando a la orden del día en el mundo. A pesar de los esfuerzos por cambiar, todavía existen 69 países que criminalizan a personas del colectivo, lo que obliga a muchas de ellas a huir y buscar asilo fuera de sus fronteras. Por eso es tan importante la ayuda y el análisis reflexivo y de conciencia que debería hacer como sociedad diversa, plural e integradora. Los derechos humanos no pueden tener excepciones ni mermas y es un compromiso ético universal. Falta mucho por hacer, también en las sociedades democráticas, porque estas personas se sienten más seguras aquí, pero se siguen enfrentando al racismo y a la homofobia a la hora de buscar casa o trabajo.

El objetivo del corto, que Barranco ha dirigido junto al fotógrafo y documentalista Olmo Calvo, es «visibilizar esa realidad que viven esas personas que tienen que huir de sus comunidades para sentirse libres y para estar vivas». Por eso hicieron la presentación en la sala de conferencias de la Facultad de Ciencias de la Información. «Tendemos a nombrarlas como víctimas, pero aunque sufran esa violencia son supervivientes. La palabra supervivientes se les queda corta», advierte.

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