Javier Fergo: «Los muertos hacen que se vendan menos periódicos»

18 mayo 2021 • Entradas recientes, Ética y libertad de expresión, Reciente • by

Al hablar de las implicaciones éticas del fotoperiodismo, surge un dilema a la hora de mostrar muertes en el periódico. Esta cuestión deriva en dos posturas: respetar a las víctimas representadas o mantener la promesa del derecho a la información y a la verdad. Sin embargo, en ocasiones, surge otro punto de vista, el cual asegura que, al mostrar a la víctima, se la dignifica a la vez que se cumple con el derecho a la información.

Por lo general, aquellos/as que estén cerca de la fotografía estarán de acuerdo con esta postura, como es el caso del entrevistado Javier Fergo, fotoperiodista freelance. Su trabajo en los últimos años se ha centrado en ponerle rostro a la migración y los refugiados y, durante la pandemia del coronavirus, ha lanzado el proyecto “COVID-19 Photo Diary”.

Compromiso y línea roja

Al hablar sobre su trabajo durante la pandemia, Fergo tiene muy claro qué fue lo más duro de afrontar como fotoperiodista: la “criminalización de su trabajo”. Así lo explicaba también en uno de sus posts de Instagram, donde criticaba la falta de acceso a aquellos sitios donde los efectos de la pandemia eran más visibles.

El fotoperiodista define a los organismos culpables de esto como “censores de lo que la población debe ver o no”. Su indignación no extraña al conocer su principal compromiso con el código deontológico de la profesión: contar la verdad. Como explica, aunque elegir unas imágenes y descartar otras implica subjetividad, confía en su criterio, que se ceñirá siempre al ser fiel a la realidad.

Este compromiso con la verdad implicaría, además, no manipular las imágenes. A ello se refiere como ser un “mero espectador”, uno al que jamás se le ocurriría modificar la imagen corrigiendo a la persona fotografiada. Es aquí donde taparecen las “líneas rojas” del fotoperiodista, situaciones en las que importa más la víctima que la verdad.

Fergo cuenta su experiencia personal con una persona migrante ahogada que llegó a las orillas de Cádiz. La descomposición de la ropa debido al contacto con el agua dejó al descubierto sus genitales. En ocasiones como esta, acuerda con el editor publicar algo distinto.

Sociedad de infantes

El periodista es fiel a su opinión sobre los límites de la ética y a su compromiso con la realidad: “no soy muy fan de ocultar”. Se define como una persona más cruda en ese sentido, criticando, a continuación, la infantilización de la sociedad a causa de los medios de comunicación:

«Te hablo ya como viejuno que soy. Los muertos hacen que se vendan menos periódicos (…) La gente no quiere desayunar viendo cadáveres»

Es por ello que solo ve un cambio a peor. Recuerda la época dorada de la profesión, cuando la imagen acostumbraba a ser más dura. Pone como ejemplo la clásica niña desnuda de Napalm, que hoy no tendría cabida en los periódicos por ser menor.

Trasladados a la actualidad, Fergo menciona el trabajo de fotoperiodista Alberto Di Lolli durante la pandemia y aplaude la publicación del periódico El Mundo. En portada, la imagen de un hombre que falleció en su domicilio por coronavirus que sería duramente criticada y debatida. Además, se refiere a la imagen filtrada del Palacio de Hielo aunque, en sus palabras, en esta ocasión “abrimos otro melón”, el del periodismo ciudadano.

Como la mayoría de profesionales de la información, no se posiciona a favor de este estilo de periodismo. La filtración de imágenes de baja calidad y vídeos en vertical publicados en redes sociales pueden suponer un problema de cumplimiento del código deontológico. De ahí que cuestione el uso por parte de los medios de comunicación de estos contenidos no profesionales de personas sin formación ni experiencia.

El texto como accesorio

Respecto a sus fotografías, puede destacarse el reportaje titulado “los invisibles de la pandemia”, personas que malviven y combinan la pandemia con el abandono estatal. Se trata de fotografías de personas durmiendo en la calle, rodeadas de basura y escombros, tapándose de la mejor forma posible.

Fergo ha fotografiado a Hassana, una mujer marroquí vendida a una familia española cuando era una niña y abandonada por la misma en su adolescencia. Tras una vida de “alcohol, malas compañías y cárcel”, ahora vive en un domicilio alquilado junto a su pareja. Ha sufrido discriminación en su vecindario durante la pandemia hasta el punto de temer salir a tirar la basura.

Todo esto se ve reflejado en la fotografía donde la mujer se cubre la cara con las manos para ocultar su dolor. Este tipo de descripciones ayudan a conocer los aspectos más básicos sobre los hechos noticiosos, como el qué o el quién. Sin embargo, para Javier Fergo, el texto y el pie de foto, al fin y al cabo, no son más que un accesorio de la fotografía.

La clásica frase “una imagen vale más que mil palabras” se aplica a su punto de vista: “Para mí, la imagen es lo principal, y el resto lo único que hace es complementar”. Aunque es consciente de que un redactor tienda a pensar lo contrario, sigue apostando por una buena imagen o vídeo ya que aporta atractivo a la información.

98% hablar, 2% fotografiar

Algunos fotoperiodistas usan la cámara como barrera. Un mero instrumento de trabajo que les separa de lo que ocurre en la escena. No obstante, este no es el caso de Fergo quien responde con un “no” rotundo a esta práctica: “a esa persona no le hago una foto y me voy”. Siempre habla con las personas a las que fotografía; según comenta, el 98% de su trabajo es conversar, solo el 2% restante implica hacer la fotografía.

Como consecuencia, paga un precio emocional caro. Los periodistas de calidad se involucran en el hecho y se envuelven en las emociones de las personas representadas en la noticia. Sin embargo, Fergo asume la impotencia de no poder hacer nada por estas personas.

Según cuenta, al principio, las injusticias te llaman a vencerlas, sin embargo, no está en tus manos cambiar eso. No puedes hacer mucho más “salvo darles información, consejos y contar su historia”. Para él, hay que tener muy claro “dónde termina el periodista y dónde empieza el activista”, ya que confundirlos puede poner en un compromiso a la figura del profesional de la información.

 

Fotografía: Javier Fergo. Hassana lamento en su piso su situación durante la pandemia de la COVID-19

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